Además de haber traducido a Harold Pinter y a Sarah Kane, entre otros, Rafael Spregelburd
es un excelente actor de teatro, cine y televisión, y un gran director
teatral. Tal es así que su presencia, hoy en día, resulta insoslayable en pantallas y escenarios. Y eso quizás
le juegue en contra a la hora de considerar que, por si fuera poco, en el reparto de virtudes le tocó también ser un
extraordinario escritor que se aventura allí donde otros no van. Por caso, y a
modo de brevísimo ejemplo, esta columna publicada en el diario Perfil, de Buenos Aires, el 26 de julio
pasado.
Ulysses cambió su foto de perfil
Coelho
anda gritando en los recreos que Joyce le hizo mucho daño a la literatura. Es
recurrente que desde las mieles del éxito se descargue la furia (aunque cuesta
imaginar a Coelho enfurecido) contra fantasmas indelebles embebidos en un
prestigio al que semejantes disparates harán más publicidad que mella. Coelho
ha dicho en realidad que “Joyce hizo mucho mal a la literatura porque nadie lo
ha leído pero todo el mundo dice que lo ha leído”. Sí, el problema de Coelho no
es con Joyce, sino con “todo el mundo”.
La
opinión de un “internetual” (como el brasileño gusta definirse a sí mismo) no
dejará rastro “intelectual” de esta disputa, magnificada por los medios sólo
porque es divertida y hace que unos y otros riamos por lo bajo como Patán. Pero
sugiero olvidar el motivo central para ir por rutas laterales, verdaderamente
aceitosas. ¿Quién será “todo el mundo” para Coelho? ¡No creo haberme topado con
nadie que mienta haber leído a Joyce! ¿Para darse ínfulas de qué? Pero en
cambio, debo confesar con culpa que sí he hecho apestosamente lo contrario:
suponer que Coelho es horrible sin haberlo leído jamás. En la misma semana de
su declaración desembozada, me preguntaron en una entrevista con mil trampas
qué autor me parecía horrible, y me pareció que quedaba bien si decía Coelho.
Coelho debe ser horrible, tantos lectores no pueden sino estar equivocados. Hoy
pienso –con horror– que mi problema, igual que el del pobre Coelho, rechoncho
en sus creencias, es “todo el mundo”. O casi. Y que leer no es más que una lupa
que hace evidente ese problema.
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