viernes, 25 de marzo de 2016

Traducción, derechos de autor y militancia (y V)

Quinta y última entrega de la serie de artículos publicados por Andrés Ehrenhaus en El Trujamán, en los que ha escarbado sobre los vericuetos que hacen a la deseable ley de traducciónen la Argentina.

Nuestra pequeña ley
Hacia y por una ley de traducción autoral en Argentina

De todo lo expuesto se recoge que somos autores tan particulares que la leyes (al menos, en Argentina) no alcanzan a ofrecer un marco de garantías para la puesta-en-el-mundo de nuestras obras, de tal modo que, además de ser nuestras creaciones, sean también nuestro sustento. Por las dudas, además, al traductor de textos sujetos a propiedad intelectual se lo educa desde pequeñito para que tenga clara conciencia de que, en este circo, es un enano. No crecerá. Para que un circo como este (la industria del libro) funcione, cada cual debe ocupar un sitio y cumplir a rajatabla con su papel: nos lo dicen los editores, los críticos, los profesores universitarios, los traductores jurados o comerciales, incluso los lectores. Si uno nació para enano, enano se debe quedar.  Tanto nos lo repiten que a la larga nos convencemos. ¿Y qué se espera del enano de circo? Que salga al ruedo como comparsa yhaga reír o llorar si se tercia, que ayude a limpiar a los animales, que coma poco y que no crezca. Estas dos últimas exigencias no son ninguna metáfora.

¿Y por qué no ha de crecer? Sencillo: por el bien del circo. ¿Dónde se ha visto un circo sin enanos o bien, horror de los horrores, con enanos altos? Válgame el cielo: la industria del libro se derrumbaría sin remisión. Así nos dicen, y nosotros lo creemos. Pero esa industria, en Argentina, en España, en muchos países latinoamericanos, es un negocio nada despreciable, que mueve enormes cantidades de dinero, rinde pingües beneficios y crece a un ritmo que más quisieran para sí los circos verdaderos. Veamos algunos datos al respecto: según cifras oficiales recientes, Buenos Aires es la ciudad con mayor densidad de librerías por habitante del mundo (25 por cada 100.000 hab.; en 2013 sumaban 734); la cantidad de editoriales de todo tipo y tamaño que funcionan en el país triplica esa cifra. Bien, hay muchas librerías y editoriales, pero ¿se venden los libros? Pues sí. En 2014, y solo en la capital, la facturación por venta de libros superó los mil millones de pesos argentinos. La cifra de títulos nuevos se elevó a 28 mil, aunque 14 mil correspondieron a editoriales comercialmente activas, con una tirada media de 3.425ejemplares.

Según conclusiones del Libro Blanco de la industria editorial argentina, ofrecido por la Cámara Argentina de Publicaciones (la cámara más ligada a los grandes grupos): “El panorama de la industria editorial actual, tal como se desprende de este informe, presenta datos positivos y estimulantes en todos sus niveles: producción, creación de contenidos, ventas y empleo, consolidando así un mercado muy dinámico.El surgimiento cada año de nuevas editoriales habla de una industria vigorosa y atractiva para editores que entran al mercado. Si bien hay otros protagonistas grandes y de larga trayectoria, y existe una concentración del mercado, la realidad muestra que hay posibilidades de crecimiento para todos”. ¡Para todos menos los enanos!

¿Qué incidencia real tiene el enano en el circo? Es difícil desglosar, como decía el cantor, pero por lo general se acepta que, en mercados editoriales como el argentino, el mexicano el español, un 25% de los títulos anuales publicados corresponde a traducciones (en contraste con el legendario y tremebundo 3% del mercado estadounidense, por ejemplo); a su vez, la incidencia medio de la traducción en los costes editoriales(ojo, no finales) del libro es, curiosamente, cercana al 25%. Parte de la habilidad del director del circo radica entonces en que esa altura (y la de otros enanos, como correctores o ilustradores) se reduzca.  A su vez, en países con leyes de propiedad intelectual que velan por el derecho del autor a cobrar regalías, el traductor suele percibir entre un 0.5 y un 1.5% del p.v.p.; el resto del reparto va más o menos así: distribuidor/librero, 60% - editor, 30% - autor 9% (1% para el agente). Del margen del editor se descuentan muchas cosas, entre ellas ese 1% promedio que se llevaría el enano. Alí ba la bala.

Nuestra pequeña ley propone, entre otras cosas, que ese porcentaje del enano exista y se respete, cosa que, como vimos en III[ AE1] , es del todo inhabitual en Argentina. El circo debe seguir, sin duda, y gozar de buena salud, llenar la platea, darle de comer a leones, focas y elefantes, maquillar a los payasos. Esperemos que las nuevas coyunturas políticas y económicas no nos devuelvan a los días en que los circos extranjeros se llevaban toda la taquilla. Esperemos que siga habiendo trabajo, que las écuyères alegren a niños y adultos y las carpas luzcan orgullosas. Pero no a costa de los enanos. Nuestra pequeña ley es la primera que nos mira como lo que realmente somos: autores de traducciones con derechos propios. Si se promulga, se acabará el recurso del llanto: habrá que recurrir a la le

 [AE1]hipervínculo a este truja

1 comentario:

  1. Después de leer esta última entrega de Andrés, me asalta una duda: soy petisa y eso condicionó la elección de mi carrera o no soy petisa y mis condiciones laborales distorsionan mi perspectiva, o sea mi estatura era sólo "una sensación".

    ResponderEliminar