Quinta y última
entrega de la serie de artículos publicados por Andrés Ehrenhaus en El Trujamán, en los que ha escarbado sobre los vericuetos que hacen a la deseable ley de traducciónen la Argentina.
Nuestra
pequeña ley
Hacia
y por una ley de traducción autoral en Argentina
De todo lo expuesto
se recoge que somos autores tan particulares que la leyes (al menos, en
Argentina) no alcanzan a ofrecer un marco de garantías para la
puesta-en-el-mundo de nuestras obras, de tal modo que, además de ser nuestras
creaciones, sean también nuestro sustento. Por las dudas, además, al traductor
de textos sujetos a propiedad intelectual se lo educa desde pequeñito para que
tenga clara conciencia de que, en este circo, es un enano. No crecerá. Para que
un circo como este (la industria del libro) funcione, cada cual debe ocupar un
sitio y cumplir a rajatabla con su papel: nos lo dicen los editores, los
críticos, los profesores universitarios, los traductores jurados o comerciales,
incluso los lectores. Si uno nació para enano, enano se debe quedar. Tanto nos lo repiten que a la larga nos
convencemos. ¿Y qué se espera del enano de circo? Que salga al ruedo como
comparsa yhaga reír o llorar si se tercia, que ayude a limpiar a los animales,
que coma poco y que no crezca. Estas dos últimas exigencias no son ninguna metáfora.
¿Y por qué no ha de
crecer? Sencillo: por el bien del circo. ¿Dónde se ha visto un circo sin enanos
o bien, horror de los horrores, con enanos altos? Válgame el cielo: la
industria del libro se derrumbaría sin remisión. Así nos dicen, y nosotros lo
creemos. Pero esa industria, en Argentina, en España, en muchos países
latinoamericanos, es un negocio nada despreciable, que mueve enormes cantidades
de dinero, rinde pingües beneficios y crece a un ritmo que más quisieran para
sí los circos verdaderos. Veamos algunos datos al respecto: según cifras
oficiales recientes, Buenos Aires es la ciudad con mayor densidad de librerías
por habitante del mundo (25 por cada 100.000 hab.; en 2013 sumaban 734); la
cantidad de editoriales de todo tipo y tamaño que funcionan en el país triplica
esa cifra. Bien, hay muchas librerías y editoriales, pero ¿se venden los
libros? Pues sí. En 2014, y solo en la capital, la facturación por venta de
libros superó los mil millones de pesos argentinos. La cifra de títulos nuevos
se elevó a 28 mil, aunque 14 mil correspondieron a editoriales comercialmente
activas, con una tirada media de 3.425ejemplares.
Según conclusiones
del Libro Blanco de la industria editorial argentina, ofrecido por la Cámara Argentina
de Publicaciones (la cámara más ligada a los grandes grupos): “El panorama de
la industria editorial actual, tal como se desprende de este informe, presenta
datos positivos y estimulantes en todos sus niveles: producción, creación de
contenidos, ventas y empleo, consolidando así un mercado muy dinámico.El surgimiento
cada año de nuevas editoriales habla de una industria vigorosa y atractiva
para editores que entran al mercado. Si bien hay otros protagonistas grandes y
de larga trayectoria, y existe una concentración del mercado, la realidad
muestra que hay posibilidades de crecimiento para todos”. ¡Para todos menos los
enanos!
¿Qué incidencia real
tiene el enano en el circo? Es difícil desglosar, como decía el cantor, pero
por lo general se acepta que, en mercados editoriales como el argentino, el
mexicano el español, un 25% de los títulos anuales publicados corresponde a
traducciones (en contraste con el legendario y tremebundo 3% del mercado
estadounidense, por ejemplo); a su vez, la incidencia medio de la traducción en
los costes editoriales(ojo, no finales) del libro es, curiosamente, cercana al
25%. Parte de la habilidad del director del circo radica entonces en que esa
altura (y la de otros enanos, como correctores o ilustradores) se reduzca. A su vez, en países con leyes de propiedad
intelectual que velan por el derecho del autor a cobrar regalías, el traductor
suele percibir entre un 0.5 y un 1.5% del p.v.p.; el resto del reparto va más o
menos así: distribuidor/librero, 60% - editor, 30% - autor 9% (1% para el
agente). Del margen del editor se descuentan muchas cosas, entre ellas ese 1%
promedio que se llevaría el enano. Alí ba la bala.
Nuestra
pequeña ley propone, entre otras cosas, que ese porcentaje del enano exista y
se respete, cosa que, como vimos en III[ AE1] ,
es del todo inhabitual en Argentina. El circo debe seguir, sin duda, y gozar de
buena salud, llenar la platea, darle de comer a leones, focas y elefantes, maquillar
a los payasos. Esperemos que las nuevas coyunturas políticas y económicas no
nos devuelvan a los días en que los circos extranjeros se llevaban toda la
taquilla. Esperemos que siga habiendo trabajo, que las écuyères alegren a niños
y adultos y las carpas luzcan orgullosas. Pero no a costa de los enanos.
Nuestra pequeña ley es la primera que nos mira como lo que realmente somos:
autores de traducciones con derechos propios. Si se promulga, se acabará el recurso
del llanto: habrá que recurrir a la le
[AE1]hipervínculo a este truja
Después de leer esta última entrega de Andrés, me asalta una duda: soy petisa y eso condicionó la elección de mi carrera o no soy petisa y mis condiciones laborales distorsionan mi perspectiva, o sea mi estatura era sólo "una sensación".
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