viernes, 12 de abril de 2019

"La imagen visual concreta, la sobriedad para expresar la situación poética"


El pasado 14 de marzo, la revista italiana Pangea publicó una entrevista que Davide Brullo tuvo con Jorge Aulicino, con motivo de la reciente publicación de las traducciones incluidas en En el humo y otros poemas, breve antología de Eugenio Montale realizada para Ediciones en Danza. Lo que sigue es la traducción de la entrevista original que puede ser consultada en :

Jorge Aulicino baila el  tango con Eusebio
y lo lleva a Buenos Aires

El lenguaje es una personalidad, tiene geología, destino, rostro. Por eso, traducir no es un gesto mecánico –ni tampoco académico. La traducción es un trasplante en el que se produce un igual, pero otra cosa –a veces un Minotauro, otras veces un unicornio. Prueben pasarla por el paladar, sobre los labios, por la nariz, finalmente –finalmente, y más!, porque la palabra es carne, olor, sonido, antes que nada –este dístico: "No nos pidas la fórmula que te abra los mundos /sino apenas una sílaba torcida y seca como una rama". Gemelo pero indudablemente distinto de eso que, sabemos siempre, clavado en las ramificaciones de nuestros nervios novecentistas: Non domandarci la formula che mondi possa aprirti,/ sì qualche storta sillaba e secca come un ramo. También este otro: “Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna/ tu memoria; un hilo se devana” en mi mente monosilábica, que gorgotea en la laringe, me parece exactamente nuevo. Jorge Aulicino, periodista de talento, poeta, es el traductor en Argentina de los poetas italianos. Su gran empresa ha sido, en 2015, la traducción de la Divina Comedia, después de años de trabajo, pero su designio de siempre se orienta a la poesía contemporánea. Recientemente tradujo a Pier Paolo Pasolini y a Cesare Pavese, trabajó la obra de Franco Fortini, de Biancamaria Frabotta y de Antonella Anedda. Este año, Aulicino cumple 70, y se ha regalado, digámoslo así, un trabajo áureo. La publicación, en Ediciones en Danza, de una compilación de poemas de Eugenio Montale, "En el humo y otras poemas", traducidos con dedicación astral. El desafío es doble, por así decir, porque afrontar a Montale, en Argentina, significa también confrontarse con las históricas traducciones de Horacio Armani, que comienza en 1971 con Eusebio [sobrenombre de Montale, proveniente de "Eusebio y Trabucco", el libro de cartas intercambiadas con Gianfranco Contini], proponiendo una Antología de Montale. Sorprende, sobre todo, al dialogar con Aulicino, comprobar cuánto intervino la poesía de Montale en la revolución lírica argentina. Las ocasiones, el libro central de Montale –del cual Aulicino extrae los Motetes y algunas poesías más glamorosas, como "La casa de los aduaneros"– fue publicado por Einaudi en 1939, hace 80 años. El homenaje que nos llega del "otro mundo" me parece de excepcional devoción.
  
–Cuando leíste a Montale por primera vez, ¿qué te sorprendió más en su poesía?
–Leí en los años setenta las primeras traducciones hechas en la Argentina por Horacio Armani, poeta, traductor, devoto de Montale, a quien conoció en Milán. El poema de Montale que fascinó a mi generación fue "La casa dei doganieri". Entre algunos lectores de Montale se convirtió en una contraseña la frase "il varco è cui?". Hacía unos años yo había leído una vieja traducción, y prefiero no mencionar al traductor, de este poema. Lamentablemente el traductor se había equivocado, justamente en ese momento clave. Había traducido "varco" como "barco" (como nave). Probablemente creyó que Montale hablaba aun de la "petroliera" que menciona en el verso anterior. Montale fue guía de los afanes renovadores de la poesía argentina en los setenta, junto con otros autores, norteamericanos, ingleses, italianos, además de los grandes latinoamericanos como César Vallejo o Nicanor Parra o Enrique Lihn o José Lezama Lima.

–¿Cómo se puede traducir Montale al español? ¿Qué dificultad encontraste?
–Encuentro en Montale una particular densidad en el uso de las palabras. Y una sintaxis a veces no sencilla para quien no habla a diario en italiano. No creo que mis traducciones sean mejores que las de Armani. Sólo intenté ceñirme más a la profundidad de campo de Montale.

– ¿Cuántos poemas de Montale tradujiste y de cuáles estás más satisfecho por la traducción?
–No llevo la cuenta. En la antología que ahora publica En Danza van unos treinta y cinco poemas, si se cuentan los "Motetti" como un solo poema. En realidad son veinte poemas breves. Pero tengo quizá otros veinte poemas traducidos que no entraron en ese libro. Estoy más o menos satisfecho con toda la traducción. Pero creo que las más provisorias son las de poemas como “Meriggiare pallido e assorto”, por su extraño ritmo, intraducible.

–¿Crees que Montale ha influido de algún modo la poesía argentina contemporánea? ¿Cuál es el Montale que aprecias más: el primero, refinado y lleno de reflexiones existenciales, o el último, epigramático, aforístico?
–El que más nos influyó fue el primer Montale, porque se tradujo más. Coincidía con nuestra búsqueda de una poesía más sobria, menos sentimental. Pese a eso, descubrir que Montale cita un tango en su poema "Sotto la pioggia" de Le occasioni, me conmovió como argentino. A la generación siguiente a la mía, llamada "objetivista", le gustaba el Montale de "Xenia I" y de "Xenia II", del primer Diario. La poesía argentina de los setenta y de los años posteriores buscaba atemperar un poco el sentimentalismo. Le atrajo y le atrae la imagen visual concreta, la sobriedad para expresar la situación poética (las ocasiones, en lenguaje montaliano).

–Tradujiste hace poco también a Pavese, he visto. ¿Qué poeta italiano está más cerca de tu sensibilidad de poeta?
–Creo que Pavese. En Pavese está el estilo conversacional. Y el mito. Un mito ligado al origen. Eso es muy cercano a mí.

–Y ahora, ¿a quién tienes la intención de traducir, cuál poeta?
–Espero que se publique este año mi traducción de los poemas de Biancamaria Frabotta. Tengo inédita, además, una antología de poesía italiana del siglo XX, que sigue creciendo. Intentamos publicarla pero fue imposible conseguir todos los derechos. Los derechos póstumos son una maldición. Lo mismo me sucedió con una antología de la poesía de Franco Fortini: no fue posible conseguir los derechos. A mi juicio los editores o herederos de los autores cometen un error en darles a editores españoles los derechos para todos los países de habla hispana. Me gustaría hacer una antología de Alda Merini, una poeta muy celebrada aquí, pero de antemano juzgo que será imposible obtener los derechos.

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