lunes, 1 de abril de 2019

Mempo Giardinelli en el VIII Congreso de la Lengua : una ponencia y tres coberturas

Terminó el VIII Congreso de la Lengua Española en Córdoba. En los próximos días se ofrecerán algunas ponencias significativas y habrá diversas reflexiones sobre algunos de los temas tratados y también sobre los no tratados, además de lo que reprodujo la prensa local e interancional. Lo que se ofrece a continuación son tres de las muchas coberturas que, en diversos medios, recibió la ponencia del escritor argentino Mempo Giardinelli, en la mesa “Los retos del español en la educación del siglo 21”, Ésta tuvo lugar el pasado 28 de marzo, y junto con el autor de Luna caliente participaron también Mariano Jabonero (secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos), Alejandro O. Finocchiaro (Ministro de Educación del gobierno de Mauricio Macri) Gerardo Caetano (de Uruguay), Cecilia Defagó (de Argentina), Carmen Millán (de Colombia), Fabián Mónaco (de Argentina), Elena Pérez (de Argentina) y Consuelo Sáizar (de México).

Cobertura de Irene Benito, en La Gaceta.

 

Giardinelli afirma que está volviendo

el analfabetismo a la Argentina

 

El escritor y docente de origen chaqueño Mempo Giardinelli dijo que existía un retroceso evidente en la educación pública argentina. “Está volviendo el analfabetismo a la Argentina. Esto es gravísimo”, expresó el autor esta mañana en su ponencia en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que tiene lugar en Córdoba. Desde el atril del Teatro del Libertador General San Martín, Giardinelli instó a Alejandro Finocchiaro, ministro de Educación de la Nación, que lo escuchaba sentado en el mismo escenario, a hacer algo en forma urgente para detener la penetración de los intereses económicos en el sistema educativo.

Interrumpido por aplausos en distintas ocasiones, el narrador cuestionó los recortes de las becas y ayudas; el reemplazo de maestros por gerentes y la “satanización” del sindicalismo. “Educar y cómo hacerlo es una decisión política, y hacer que no se lea, también lo es. La lengua que hablamos es una cuestión política. Si nos despegamos de toda inocencia, digamos también que este Congreso es político, aunque sea en parte”, propuso.

En otro tramo de su disertación, el escritor rechazó la denominación “español” para la lengua que comparten los castellanohablantes. “Mi lengua es el castellano americano. Que nadie se ofenda ni se enoje”, manifestó en el foro organizado por la Real Academia Española (RAE), la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) y el Instituto Cervantes. Giardinelli insistió en que “castellano” era la denominación precisa para el idioma y la que mejor se adaptaba a la constitución cultural de todos los pueblos que lo emplean. “España nos ha dado lingüísticamente la vida misma: lo que estoy cuestionando es la imposición de un nombre (el español) que niega la historia de cinco siglos”, opinó.


Cobertura de Silvina Friera, en Página 12

Hoy se reemplazan maestros por gerentes

El problema político es cómo se nombra el mundo. El nombre no es un “detalle” pequeño o invisible. Mempo Giardinelli objetó que en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que terminará el sábado en Córdoba, se llame español al “castellano americano que hablamos”, durante su ponencia en la sesión plenaria “Retos del español en la educación del siglo XXI”, en la que participó también el ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro. “Yo no digo español sino castellano. Por más que todos los programas de computación del mundo cambien el vocablo castellano por español, el idioma español nunca existió, no existe, y si su uso se generalizó fue por la sumisión al barbarismo de traducir el vocablo inglés spanish”, planteó el escritor chaqueño y para fundamentar la inexistencia eligió la propia Constitución Española de 1978 que declara que “el castellano es la lengua oficial del Estado”. Giardinelli aseguró que el concepto “español” empezó a instalarse a partir de traducciones, de intereses económicos y de expansión geopolítica. “Su imposición universal puede pensarse que se inició hace menos de treinta años, cuando los fastos celebratorios del quinto Centenario del desembarco de Cristóbal Colón en América. Y tengo para mí que esa instalación no fue ingenua ni casual, ni inocente”, agregó el autor de Santo Oficio de la Memoria.

“La denominación de nuestra lengua es un tema central de la educación. Los desafíos no los plantea el español sino el neoliberalismo global que hoy predomina en el mundo, y que en materia educativa es especialmente peligroso. Ahora en este país y desde hace mucho en países vecinos observamos el paulatino y peligroso reemplazo de pedagogos y maestros por gerentes e instructores provenientes de dudosas disciplinas”, criticó el escritor chaqueño y puntualizó que la educación no es solamente una cuestión pedagógica, sino política. “Educar y cómo hacerlo es una decisión política, como también lo es no hacerlo. Por lo tanto, la precisión y modo de uso de la lengua que habla y en la que lee y se expresa cada sociedad también lo es. La lengua que hablamos es una cuestión política. Este Congreso también es político, porque es una continuidad de una decisión política tomada por las autoridades del Estado Español: la de consagrar a la lengua que ahora llaman español como hegemónica síntesis de todas las lenguas de todos los pueblos que hablan lo que nosotros llamamos castellano”.

El escritor chaqueño, columnista de Página 12, afirmó que esa instauración inconsulta le parece un error. “Esta imposición no reconoce y niega la vigencia y vitalidad de las lenguas originarias que se hablan a la par del castellano en lo que hoy son más de 30 naciones americanas. Como tampoco entiende ni parece aceptar el extraordinario aporte de los idiomas de la inmigración que, constituyen también la lengua que verdaderamente hablamos en este continente: el castellano Americano”. El escritor y periodista señaló que hay una creciente alarma porque “las políticas educativas que nos formaron como naciones independientes y castellano-hablantes están siendo cambiadas veloz y peligrosamente desde que el fuerte desarrollo europeo asistió a la España posfranquista, muchos de cuyos estamentos parecen haberse autoatribuído la misión de recuperar a sus viejas colonias por medio de un nuevo sistema imperial económico-financiero y cultural, y ahora también educativo y lingüístico”. Entonces Giardinelli fue al grano de la cuestión del cambio de paradigmas. “Ahora en la educación argentina la intervención de empresas e instituciones transnacionales empieza a gobernar el sistema. Impone la disminución salarial, sataniza al sindicalismo educativo, recorta las becas y ayudas, desmantela la educación técnica, elimina Institutos de Formación Docente y cancela la educación para adultos y trabajadores. Es coherente con las políticas de desindustrialización, una de cuyas consecuencias es el deterioro de la educación pública en el interior del país, en todos los niveles. Y eso conlleva el abandono tanto pedagógico como edilicio y de formación docente. Lo que en un país con el 60 por ciento de inflación anual y uno de los cinco mayores endeudamientos del planeta, es poco menos que incendiario”, arremetió el autor de La revolución en bicicleta y Luna caliente, entre otras novelas.

Giardinelli detalló que el actual gobierno argentino “ha clausurado prácticamente todos los programas que en lo que va del siglo habían mejorado notablemente el sistema educativo”, como el Plan Nacional de Lectura, la eliminación de decenas de programas educativos complementarios de la educación formal en los niveles inicial, medio y superior, los programas de educación por el arte, educación sexual, prevención de la violencia escolar, las orquestas infantiles y juveniles, además del desfinanciamiento de las 62 universidades nacionales públicas y gratuitas. “Esto es brutal y solamente augura un futuro más que sombrío”, resumió el escritor que interpeló, “con todo respeto”, al ministro Finocchiaro. ¡Bravo, Mempo!, gritó un hombre y se puso de pie para aplaudirlo. “Los atentados idiomáticos, como cambiar el habla de un pueblo, e imponerle un nombre que no tiene ni reconoce, son gravísimos para la libertad, la democracia y la literatura”, alertó el escritor chaqueño y se refirió al “proceso de embrutecimiento” alentado por “el gran pervertidor de la lengua y distorsionador de significados, que es el sistema multimediático argentino, enfermo de frivolidad y pésimo lenguaje”. 

“La imposición de una lengua es un modo de la dominación”, subrayó Giardinelli y comentó que “la lengua en que nos entendemos es el castellano americano, que a su vez reconoce peculiaridades que no son dialectales sino verdaderos usos nacionales o regionales, como el castellano andino, el castellano mexicano, el castellano rioplatense que compartimos con Uruguay, el yopará en Paraguay y las decenas de mixturas y combinaciones lingüísticas de la inmensa geografía latinoamericana”. Como educador con décadas de expe- riencia docente, el escritor chaqueño confesó que se siente orgulloso de la lengua que habla, que no se llama español. “El castellano americano es mi patria cuando digo, leo, escribe y enseño”.


Cobertura de Mariana Otero, en La Voz

Una cuestión política

La educación no es sólo una cuestión pedagógica, sino que es una cuestión política. Esa fue, quizás, la mayor coincidencia de los panelistas de la sesión plenaria que se realizó ayer en el Teatro del Libertador sobre “Los retos del español en la educación del siglo 21”. También, que la enseñanza de la lengua debe propiciar el pensamiento crítico y el regreso al hábito de conversar, en medio del avasallamiento de la tecnología.

La primera idea fue expuesta por el escritor y ensayista chaqueño Mempo Giardinelli, quien fue ovacionado de pie durante al menos tres minutos. Él defendió no sólo la denominación del “castellano de América” frente al globalizado e impuesto español, sino que también planteó un panorama desolador respecto de la situación educativa argentina que, momentos después y en el mismo panel, discutió el ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro.

Al inicio del plenario, Mariano Jabonero, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos, planteó que la enseñanza de la lengua es prioridad absoluta para la democracia. Luego, Giardinelli explicaría que también lo es para la libertad y la paz.

En una ponencia potente y muy aplaudida, Giardinelli compartió un encendido discurso a favor de la escuela pública (con fuertes críticas a la actual gestión educativa del gobierno de Mauricio Macri) y de la enseñanza de la lengua, que –subrayó– “bien hablada contribuye a la estética del mundo”.

“Se dice que el español es la lengua de Cervantes, pero los americanos podemos decir que es la de Sarmiento, de Cortázar, de Neruda, de Borges, de Benedetti y de tantos poetas”, planteó el escritor, en su argumentación a favor del castellano y en oposición a la hegemonía del español.

“La educación no es sólo una cuestión pedagógica, es una cuestión política. Educar a los pueblos es responsabilidad de los Estados y cómo hacerlo es una decisión política. Agregó: “Si nos despegamos de toda inocencia, este Congreso también es político: es continuidad de una decisión tomada por el Estado español sobre los pueblos que hablan el castellano”.

Los primeros aplausos llegaron cuando el ensayista argentino habló de la mercantilización de la educación en la Argentina, de los recortes presupuestarios y de los paupérrimos salarios docentes, y estalló cuando destacó el abandono de la educación pública en el interior del país que, aseguró, “desde Buenos Aires no ven”.

“Estamos teniendo analfabetos nuevamente. Es gravísimo, la lengua que hablamos entra en riesgo. Puede ser un problema de identidad para nuestro pueblo”, remarcó. A su turno, Finocchiaro retrucó esta afirmación con los resultados de las pruebas de evaluación nacional Aprender, que muestran leves signos de mejora en lengua.


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