martes, 23 de abril de 2019

Una reseña española de los "Cantos" de Pound

Las jaula donde estuvo encerrado Pound
El siguiente es el comentario/entrevista que Jesús García Calero licenciado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. redactor jefe de Cultura y Espectáculos del diario ABC y, no es chiste, especializado en asuntos de patrimonio e historia, con especial atención al patrimonio subacuático y la historia naval– publicó el 27 de noviembre del año pasado, en el ABC Cultural, apenas Sexto Piso publicó los Cantos, de Ezra Pound, en traducción de Jan De Jager. En su entusiasmo –o acaso con una burbuja subacuática en el cerebro , el comentarista se olvidó de que T. S. Eliot es estadounidense nacionalizado británico y sin más lo convirtió en irlandés. No es seguro que a Eliot le hubiera gustado.

No hay Google que valga para los Cantos de Ezra Pound

La voz del poeta norteamericano Ezra Pound (Idaho, 1885-Venecia, 1972), el más influyente en las vanguardias del siglo XX, renace en esta segunda década del XXI con una traducción de nueva planta al español de su obra monumental: los Cantos, más de un centenar de poemas que le llevaron toda su vida y forman una calzada de más de 1.200 páginas de poesía, en este volumen, que permiten recorrer –y tal vez conjurar– la catástrofe de la cultura occidental.

La tarea de esta nueva versión de una obra que aspiraba a convertirse en un poema épico de la humanidad no es fácil, es hercúlea, y el responsable de la edición de Sexto Piso, el traductor y poeta Jan de Jager, confiesa que ha dedicado 20 años a su estudio y 10 a la traducción. Todo un empeño en los tiempos de Twitter. Como suele ocurrir, la existencia de anteriores traducciones, desde la de Vázquez Amaral, completa, a la de Ernesto Cardenal y José Coronel Utrecho, parcial, entre otras, ha permitdo a De Jager documental su trabajo comparando su visión con las miradas acumuladas durante décadas a la inabarcable obra de Pound.

El resultado es una majestuosa versión que atrapa la música que Ezra Pound extrajo de los fragmentos que con amor recogía en casi todas las tradiciones culturales de su tiempo, que es aún, en muchos sentidos, también el nuestro. Se pueden buscar referencias para comprender más profundamente el resultado de su obra, pero «no hay Google que valga para los Cantos, por eso yo apuesto por una lectura en la que te dejes atrapar por el sonido y el voltaje poético sin perderte en notas al pie», apunta De Jager.

Y luego, intentemos googlear, pero será imposible llegar a todas las referencias. Si el buscador es una herramienta maravillosa que en los últimos años puede servir para que la lectura de aualquier obra se convierta en una suma de capas, una obra como los Cantos no se rinde al algoritmo. Las referencias son tan numerosas y variadas, tan misteriosas a veces y complejas, que no hay Google que valga.

De Jager comenta que prefiere esa lectura «horizontal» que se entrega a la musicalidad del texto, antes que una vertical, que vaya siguiendo las notas al pie de cada referencia textual y pierda así el ritmo. «Lo que más valoro de Pound son esos trechos escalofriantemente líricos que incluye en los poemas, como para sacudir al lector y volver a captar su interés y atención. Ahí está el desafío como traductor», comenta Jan de Jager.

¿Cómo ha logrado una traducción tan fiel a la música de estos poemas? «Siguiendo el adagio de ser todo lo literal que se pueda y todo lo libre que se deba», en el fondo, esa era la teoría de traducción del propio Pound.

La vida de Ezra Pound recorre los meandros sangrientos del siglo de las Guerras Mundiales. Formado en Estados Unidos, pronto le hicieron sentirse extraño, «europeo» por su formación, y acabó embarcando en dirección a Venecia con 80 dólares en el bolsillo en 1908. En Italia, sobre todo, donde hizo de Rapallo su cuartel poético, pero también en París y otras ciudades, labró algunas de las páginas más importantes de la literatura del siglo XX en inglés. Alumbró el Imaginismo, raíz de tantos ismos de los que fue un influyente teórico. Eliot le debe a su lápiz rojo el parto de la «Tierra baldía», su obra más célebre, que Pound corrigió, o talló, hasta dejarla como la conocemos. El irlandés se la dedicó como «il miglior fabbro», el mejor artesano.

En la Guerra mundial sus alocuciones y diatribas antiamericanas desde la radio italiana fascista le valieron ser acusado de traición y apresado y encerrado en una jaula a la intemperie durante meses en Pisa. Allí siguió escribiendo: los estremecedores Cantos pisanos. Tras un colapso nervioso, fue recluido en un manicomio estadounidense, St. Elisabeth, hasta 1958. Regresó entonces a Italia y acabó allí sus días, en Venecia, en una casa junto al canal de la Giudecca, en un callejón sin más salida que la memoria de una luz gastada.

Durante toda su vida fue componiendo esos Cantos, que para De Jager tienen «mucha vigencia, porque su obra mantiene un peso enorme en la literatura actual, también en los jóvenes poetas», expresa a ABC el traductor. Hay tres Pounds, según él: uno lírico que atrapa al lector, otro que tiene el coraje y la desfachatez de hacer un poema épico de temas económicos y un tercero que es «maestrito, el explicador de la aldea» en una aldea que empezaba a ser, por sus guerras, global.

Surge de inmediato la tristeza por saber que estuvo «en el lado equivocado de la guerra», pero el estudioso concibe que «su error no fue ser fascista, sino pensar que el fascismo era un anticapitalismo». Porque una de sus enormes preocupaciones fue siempre económica. Es autor del célebre «Con usura» (Canto XLV) y ese empeño fue el que le empujó hacia las compañías de fascistas que se enfrentaban a un sistema que, según decía, había traicionado el espíritu de los padres de la patria americana.

«Fue un sensor poético –apunta De Jager–. En los 70 recibió la visita de Allen Ginsberg, que era judío y budista, lo cual ya es elocuente. Le dijo que quienes estaban contra la guerra de Vietnam coincidían con su análisis de que la guerra no era la solución a la economía, a sus crisis y las cuentas de los bancos. Que tenía razón».

En una obra de tal extensión, ¿cómo sobrevive el lector? De Jager reconoce que hay trechos líricos inigualables, pequeños poemas que se clavan como dardos de pura belleza y hacen revivir el interés. «Como traductor ser fiel a la extraordinaria intensidad esos momentos ha sido lo más difícil. También he tenido que triangular con traducciones que él hizo o manejó, porque en los Cantos están Homero, Cavalcanti, los poetas provenzales, los orientales. Utilizó fragmentos de casi todas las tradiciones, excepto la india y la sudamericana». No así la española, ya que había estudiado en Madrid el Siglo de Oro y a Lope.

Pound –concluye De Jager– «recogía fragmentos del pasado y los mostraba como hallazgos asombrosos, compartidos con alegría, y los traducía de forma escalofriantemente bella. Funciona antes de entenderse, como la música, por el poder hipnótico de su manejo del idioma». Nadie como él conocía la tradición, ni el metro. Ahora, en esta nueva versión, los Cantos salen al encuentro de una nueva generación.


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