martes, 13 de octubre de 2015

"Algunos nombres, de personas y obras"

El 3 de octubre pasado, Edgardo Castro publicó el siguiente artículo en la revista Ñ. En él se habla de la suerte sufrida por los escritos de Michel Foucault en el país, en razón de la publicación de Los usos de Foucault en la Argentina, de Mariana Canavese. 

Muchos Foucault al uso argentino

Foucault es uno de los autores más citados o quizás el más citado en el campo de las ciencias humanas. A más de treinta años de su fallecimiento, casi todos los años aparecen nuevas publicaciones de su autoría, elaboradas a partir de sus cursos, seminarios o conferencias. Y también numerosos trabajos sobre sus ideas e interpretaciones. Pocas veces, sin embargo, estos trabajos merecen ser destacados.

Los usos de Foucault en la Argentina  (Siglo XXI), de Mariana Canavese, constituye sin dudas una verdadera excepción. En efecto, no existía hasta el momento ninguna obra que se ocupara en profundidad de los modos en que el pensador francés efectivamente circuló en el contexto local. Mariana Canavese logra hacerlo con lujo de detalles. Su investigación, siguiendo la pista de los usos o, para retomar un concepto foucaultiano, de las prácticas, se sitúa más allá de los prejuicios interpretativos y de las identificaciones ideológicas. Está escrito con claridad y estilo, y, en cuanto a su extensión, dentro de límites razonables para el lector.

Según Canavese, Foucault no llegó a estas orillas de golpe, sino por oleadas sucesivas que se conjugaron con las circunstancias y las ideas vigentes en cada uno de esos embates. Sus orígenes son muy tempranos. En gran medida, los precursores fueron José Bleger y Emma Kestelboim. Bleger, un psicoanalista de izquierda, expulsado del Partido y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, estaba vinculado con el grupo inicial de la editorial Paidós, donde, por su influencia, aparece publicado en 1961 el primer libro de Foucault, Enfermedad mental y personalidad (editado en Francia en 1954). Kestelboim fue la traductora.

Hacia finales de 1960 y bien entrada la década sucesiva, la recepción de Foucault en Argentina estuvo marcada por los aires revolucionarios de la época y las críticas de las que había sido objeto en Francia la publicación de Las palabras y las cosas (aparecido en 1966 y traducido al español en 1968 por Siglo XXI de México). Una historia concebida en términos de discontinuidad estructural poco satisfacía, en efecto, a la generación existencialista de la posguerra. Según una célebre expresión de Sartre, Las palabras y las cosas era la última barrera que la burguesía podía levantar contra Marx. En gran medida, estas palabras dieron el tono a la discusión local. Foucault parecía tener poco que hacer en la Argentina de estos años.

Entre las presencias destacables de la época, es necesario comenzar con el volumen editado por José Sazbón, Análisis de Foucault (1970), publicado en la colección dirigida por Eliseo Verón en la editorial Tiempo Contemporáneo. Se trata de una selección de artículos, mayormente críticos, provenientes de revistas francesas.

En esta época, la influencia de Foucault llegaba también a través de la publicación Tel Quel, en la que se inspiraron las revistas Los libros y Literal. Foucault aparece, de este modo, en un contexto atravesado por el marxismo althusseriano y el psicoanálisis lacaniano. Noé Jitrik, Oscar del Barco, Héctor Schmucler, Oscar Terán, Luis Gusmán, Germán García, Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano se interesaron, así, por las ideas del pensador francés. La otra gran vía de acceso fueron las traducciones. El platense Arnaldo Orfila Reynal, que había dirigido el Fondo de Cultura Económica entre 1948 y 1965, funda en México, en marzo de 1966, la editorial Siglo XXI. Foucault se convierte en uno de sus autores emblemáticos.

La arqueología del saber, por ejemplo, aparece publicada apenas un año después de la versión original.

Pocos después, Foucault también comienza a tener un espacio en la prensa de carácter general. De él se ocupan las revistas Criterio (en 1969) y Primera plana, y los diarios La opinión y Clarín en 1971.

Contra los lugares comunes y los juicios apresurados, afirma Canavese, a pesar de la censura, de la quema de libros (un millón de ejemplares en el caso del Centro Editor Latinoamericano) y del cierre de editoriales (la filial argentina de Siglo XXI abandonó el país luego de ser allanada), Foucault no dejó de circular durante los años de la dictadura. Por supuesto, a través de cursos privados y de ámbitos académicos no formales como La Escuelita. Pero hubo también actividades públicas, como una conferencia sobre Vigilar y castigar en la Alianza Francesa, a cargo de Enrique Marí, abogado y filósofo, que se desempeñó como asesor jurídico del Banco Central entre 1951 y 1987. En 1977, el diario La opinión, de Jacobo Timerman, recomendaba el primer tomo de la Historia de la sexualidad como lectura para el verano. Y algunos años más tarde, en 1980, el diario masserista Convicción dedica un extenso artículo al análisis del panóptico. Orientada hacia otro público, la revista Punto de vista, fundada en 1978, fue sin dudas uno de los ámbitos especializados destacados para la circulación de las ideas foucaultianas. Y Hugo Vezzetti, que desde mediados de la década de 1960 se había interesado en los trabajos de Foucault sobre la locura y los había difundido, publica algunos artículos en la Revista Argentina de Psicología, en 1977 y 1980, que confluirán luego en su  La locura en Argentina.

Un capítulo en sí mismo ocupa el análisis de las relaciones entre Foucault y el marxismo o, más precisamente, entre el pensador francés y la crisis del marxismo local que debía orientarse en un momento de transición desde el militarismo de los setenta a la democracia de la década sucesiva, con las experiencias del exilio como puente. Las posiciones oscilaron entre el rechazo y la asimilación, y, a partir de esta tensión, Foucault se convirtió en objeto de controversias, como la que sostuvieron José Sazbón y Oscar Terán. En este contexto se gestó la que puede considerarse como una de las primeras exposiciones generales del pensamiento de Foucault en español: Michel Foucault. El discurso del poder (1983) de Oscar Terán.

Con la primavera democrática la presencia de Foucault se amplía notablemente en la década de 1980. El pensador francés ingresa formalmente en los claustros universitarios. En el curso de ingreso de la UBA, se destaca, en este sentido, la actividad de Tomás Abraham, quien acompañó la docencia universitaria con numerosas publicaciones y su Seminario de los jueves. En la Facultad de ciencias sociales, harán lo propio Susana Murillo y Cristian Ferrer. Pero la presencia de Foucault se amplía también más allá de los temas y espacios acostumbrados. Dora Barrancos, por ejemplo, conjuga sus ideas con la de los movimientos feministas. Los trabajos polémicos tampoco estuvieron ausentes, como el Disparen sobre Foucault , compilado por Horacio Tarcus.

Con el nuevo siglo, estas tendencias se acentúan, fortalecidas por la publicación de los cursos de Foucault en el Collège de France y la incorporación, en el debate local, de la recepción italiana de Foucault, dominada en particular por el tema de la biopolítica. Sobre este período más cercano, según las palabras de Mariana Canavese, un balance resulta por el momento conjetural.

De Los usos de Foucault en la Argentina, hemos querido rescatar sólo algunos nombres, de personas y obras, a través de los cuales Foucault circuló en Argentina. Ellos justifican ampliamente el plural del título. No ha habido un uso, sino usos o, como dice la autora, retomando una expresión japonesa, una belleza de los usos: múltiples, variados, apropiados, transformados, etc. Por ello, quizá pueda decirse, como ella sostiene, que “Foucault es latinoamericano”.


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