lunes, 13 de febrero de 2017

"Es un oficio que no se aprende nunca"


El 21 de diciembre pasado, Lucero Mercedes Cruz entrevistó a la traductora mexicana Selma Ancira para Diario Xalapa, de México. El resultado de esa charla puede leerse aquí abajo.


Traducción literaria, un oficio fascinante

En la historia de las grandes obras literarias, la traducción ha sido advertida como vital, moderadora y amplificadora de los alcances de sus virtudes. Al derribar fronteras idiomáticas y ser intermediarios en el traslado de términos profundamente ligados al contexto cultural e individual de los autores a espacios muchas veces lejanos, los traductores han asumido un oficio que —más allá de ejercer un traslado de formas lingüísticas— vierte valores que enriquecen el material del que parte su labor.

Desafortunadamente, esta disciplina aún no cuenta con una extensa tradición dentro de la academia mexicana, pues son pocos los traductores que han alcanzado reconocimiento internacional. En esta trinchera, Selma Ancira, especializada en la traducción de las literaturas rusa y griega, ha sido galardonada con múltiples preseas dedicadas a su trabajo con autores como Pushkin, Dostoievski, Seferis, Ritsos y Tsvietáieva, cuyos títulos ha acercado al público hispanohablante.

Como parte de su visita a Xalapa, organizada por la Universidad Veracruzana para presentar el libro Zorba el griego, del autor griego Nikos Kazantzakis, proyecto editorial del que fue responsable de la traducción al español, Selma Ancira compartió algunas reflexiones sobre su compleja profesión.

–¿Es necesario estudiar alguna especialidad para ser traductor?
–Creo que la traducción se aprende traduciendo; ésa es mi experiencia. Yo nunca fui a una escuela de traducción, estudié filología rusa y después filología griega. La única escuela que he tenido para traducir es leer español mañana, tarde y noche… pero buen español, del Siglo de Oro, el gran español del siglo XIX, porque como el carpintero tiene el martillo y los clavos, los traductores tenemos las palabras; el diccionario no es suficiente, necesitas tener a la mano tus elementos de trabajo que son las palabras. Y leer, leer, leer.

–¿Es un oficio que se estudia a diario?
 –Es un oficio que no se aprende nunca, que estudias diario y tratas de perfeccionarlo. Es un oficio fascinante, que te absorbe completamente; implica dedicarse y abordarlo de todas las maneras posibles. Creo que hay pocas carreras que te dan tanta satisfacción como la traducción literaria.

–¿Qué mensaje dirigiría a los universitarios que aspiran a convertirse en traductores?
–Que se dedique a la traducción aquella persona que no pueda evitar el deseo de ser traductor. La traducción, como oficio, exige una entrega de tiempo completo; por eso, solamente si reconoces que no puedes vivir sin traducir, vas a lograr hacer algo que valga la pena. Debe habitar en ti una necesidad irrefrenable de traducir. Esa motivación ha sido mi motor durante 35 años de carrera, cuando leo un texto y siento que lo debo traducir pronto. Quien sienta eso, quien tenga esa vocación, esa pasión, seguro que va a llegar a ser un gran traductor.

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