“Familiares
y herederos se disputan derechos y facultades sobre legados escritos. ¿Qué
consecuencias existen más allá de la esfera privada cuando lo que está en juego
son obras literarias?” Esto se preguntaba el 8 de enero pasado Natalia Páez en una nota publicada en
el diario La Nación, de Buenos Aires,
que hoy se ofrece a continuación de la que refiere la liberación de derechos de
algunos autores con el año que comienza.
Legados conflictivos.
Historias escondidas de los testamentos de escritores
Hay otras historias de amor, de despecho
y de ambición que ocurren por fuera de los libros que dejaron los grandes
escritores, una vez muertos y enterrados. Historias en las que los herederos
son los protagonistas. Albaceas, parejas, amantes, hijos aquí y allá. Hasta
personajes insospechados que se revelan cuando se abre el testamento. ¿Cuánta
vida editorial, cuánta efervescencia judicial, cuántas pasiones encendidas
existen después de la muerte?
Entre
los pleitos más comunes hay reclamos por derechos de propiedad intelectual,
demandas por plagio, por injurias, por defraudación. Pero también hay obras
adulteradas, publicaciones póstumas de libros –que en vida el autor decidió no
publicar– o pérdida de tesoros como las bibliotecas personales de los
escritores y sus documentos, ya sea por desidia o por conveniencia económica.
Hasta hay dedicatorias eliminadas ex profeso por enconos personales. Pero otra
pregunta crece por sobre el pasto anecdótico: ¿qué consecuencias se extienden
más allá de la esfera privada cuando lo que está en juego son obras literarias?
"Siempre
pensé que las bombas de tiempo debieran llamarse testamentos", dijo en
1990 Adolfo Bioy Casares. Se refería a un conflicto por la herencia de su
abuela. Él mismo sería luego protagonista de un penoso juicio por su sucesión,
que llegó a incluir a más de una decena de abogados y se extendió por quince años.
Una sucesión que no era sólo la de él, sino también la de su mujer Silvina
Ocampo. Esa frase de Adolfito, como lo llamaban sus allegados, podría
resignificarse ante los recientes conflictos protagonizados por las herederas
de Jorge Luis Borges y Roberto Bolaño.
A
fines de noviembre de 2016 un juez dictó el
procesamiento de un escritor y profesor universitario por
defraudación y lo embargó por 30.000 pesos. En 2009 Pablo Katchadjian había
elegido uno de los más célebres cuentos de Jorge Luis Borges, "El
Aleph", y le había agregado palabras en un proceso de experimentación
literaria que tituló El Aleph engordado, cuya intervención
explicaba en el prólogo. Sin pedir permiso a la heredera, María Kodama, editó
200 libros. Unos libritos con tapas celestes y letras negras que cabían en la
palma de una mano, que él vendió por una cifra simbólica de quince pesos y
regaló otros tantos.
Mónica Herrero |
"Lo
que la ley intenta hacer es defender la creación. El problema es que cuando la
creación pasa a ser manejada por los herederos del autor pareciera que no todo
el mundo está de acuerdo con las decisiones tomadas", reflexiona la
especialista en derecho de autor Mónica Herrero. "Podríamos acordar otras
limitaciones y excepciones a la actual ley de propiedad intelectual –sigue
Herrero–.Quizás más interesante que un acto de desagravio a Pablo Katchadjian
sea ponernos a pensar cómo hacer que la ley contemple estos procedimientos. Los
mismos escritores que hoy se enojan por lo de El Aleph engordado mañana
te están haciendo un juicio por algo referido a su obra. Hay algo ahí que no
está bien resuelto en nuestra sociedad. La cuestión de fondo es que nuestra ley
no contempla estos ejercicios literarios."
Kodama,
famosa por demandar a todos los que se atreven con la obra de Borges, y en
muchos casos cuestionada por ello, dijo haberse enterado de que en 1979 había
sido nombrada heredera universal de la obra del autor de Ficciones a
cuatro días de la muerte del escritor, ocurrida en junio de 1986
El
abogado me llama a Ginebra y me dice: "Te tengo que comunicar que vos has
sido nombrada desde los años setenta heredera universal de Borges".
–¿Y
qué sintió usted?
–Yo
estaba destruida, así que no sentí nada.
El
fragmento pertenece a la entrevista que Kodama dio a la periodista Ana Prieto
para la revista Orsai. Mal que les pese a sus detractores, fue
Borges quien la eligió para esa tarea.
En el nombre del padre
Algunos
herederos muchas veces sienten que son los curadores de la obra. Y eso a veces
es un problema. Podría ser éste el caso de Mirta Arlt, la hija única de Roberto
Arlt, de quien se dice que modificó palabras de algunas de obras emblemáticas
como Los siete locos o Los lanzallamas por
considerarlas soeces o inapropiadas.
Sylvia Saitta |
"Creo
que el principal problema que tuvimos quienes nos dedicamos a Arlt antes de que
vencieran los derechos de autor fue la imposibilidad de publicar su obra. A
diferencia de María Kodama (que edita y reedita la obra de Borges), Mirta Arlt
no publicó la totalidad de la obra de su padre pero tampoco dio el permiso para
que otros la publicáramos. La primera consecuencia de esto es que, al día de la
fecha, no existe todavía la obra completa de Arlt editada. El segundo problema
es que ella vendió los papeles y fotos que quedaban de su padre al Instituto
Iberoamericano de Berlín. Por lo tanto, el fondo documental de Arlt se
encuentra en el extranjero y no en su propio país. Con respecto a cambios
lexicales en sus libros, no existen ediciones críticas que cotejen sus
diferentes ediciones. Por lo tanto, no sé si Mirta efectivamente corrigió los
libros o si se trata de un mito, como tantos que hay sobre Arlt", dice
Sylvia Saítta, biógrafa del escritor, a quien su hija se negó a recibir y a
brindarle su testimonio como al resto de los estudiosos de la obra de su padre.
Antes
de su muerte, Bioy testó como herederos a Fabián Bioy Demaría, su hijo
extramatrimonial, a quien dejó la mitad de la herencia. La otra mitad la
dividió en un 30 por ciento entre sus tres nietos, los hijos de Marta Bioy
Ocampo, también fallecida, y –sorpresa– también heredó a su enfermera, Lidia
Ramona Benítez. "Le dejó el 20 por ciento a Lidia porque era parte de un
acuerdo que había hecho ella con Bioy cuando decidió trabajar para él
solamente, y renunciar a su trabajo de entonces. Habría sido una especie de
indemnización por abandonar la antigüedad de dicho trabajo", dice Silvia
Renée Arias, autora de Bioygrafía y Los Bioy (ambos
publicados por Tusquets), donde repasa la vida del escritor. "Lidia
declaró en una nota a la revista Gente poco después de la
muerte de Bioy en 1999 que él le pidió muchas veces que se casara con ella pero
que lo rechazó", explica Arias.
Hoy
la única derechohabiente de su obra –y de la mitad de la de Silvina Ocampo– no
es alguien que provenga de alguna de las dos tradicionales familias de este
matrimonio, sino Sara Josefina Demaría, la madre de Fabián. Al morir el hijo en
2006 sin descendencia, lo heredó y hoy es representada por la célebre Agencia
Literaria Carmen Balcells, en Barcelona. "La señora Demaría, conocida como
Fina, una bellísima mujer con la que Bioy tuvo a Fabián en 1963, por su
avanzada edad no da entrevistas. Tampoco sus otros dos hijos. Mientras que el
albacea de los diarios y escritos personales, elegido por el propio Bioy, es
Daniel Martino", comentó el editor Alberto Díaz, responsable en lo que se
refiere estrictamente a la obra cuyos derechos exclusivos para la lengua
española están en el sello Emecé. Según Díaz, Martino se encuentra actualmente
trabajando en un libro de correspondencias.
La
editorial durante años depositó los derechos de autor de Bioy Casares en un
juzgado. Cuenta el editor: "En el momento en que él muere pasó todo a
juzgado, un juicio larguísimo en el que se impugnaban unos a otros.
Curiosamente en el caso de Bioy esto no fue un impedimento para seguirlo
publicando. Desde 2001 que me tocó hacerme cargo de su obra siempre estuvieron
vigentes los contratos. Publicamos y reimprimimos".
Mujer versus ex mujer
Muchas
veces son los mismos escritores los que no ordenan sus papeles y dejan un
tendal cuando se van. Si bien Roberto Bolaño pasó los últimos años de su vida
en pareja con Carmen Pérez de Vega, no dejó testamento, por lo que cuando murió
la heredera fue la que para la ley aún era su mujer: Carolina López. Roberto
Bolaño volvió a ser noticia a trece años de su muerte ocurrida prematuramente,
a los cincuenta años.
Su
heredera retiró toda la obra de Anagrama y firmó un contrato con Alfaguara que
incluía la edición de unos inéditos (El espíritu de la ciencia ficción y Los
sinsabores del verdadero policía). Esto generó críticas por parte del
crítico y amigo de Bolaño Ignacio Echeverría, y del mismo Jorge Herralde,
editor de Anagrama. En esta historia la figura de Pérez de Vega, quien acompañó
a Bolaño los últimos seis años, tiñe toda la saga de enconos que fueron
vertidos en una serie de artículos que se cruzaron públicamente los
protagonistas en la prensa.
Mónica Maristain |
Al
respecto de las decisiones de López, la periodista Mónica Maristain, autora del
ensayo biográfico Bolaño, el hijo de Míster Playa (Ediciones
Treintayseis), opina: "En general creo que cuando el material que se
encuentra después de muerto es bueno, ¿por qué no publicarlo? Pero en este
caso, las novelas póstumas de Roberto son más de lo mismo, no agregan nada.
Podrían haberse publicado para las universidades, con un fin educativo, pero no
a nivel comercial".
Volvamos
a Kodama. En una entrevista dijo que hay dos obras de Borges que no va a
publicar jamás. "Porque él las hubiera corregido y hubiera hecho una cosa
maravillosa de eso. Como yo sé que eso era una especie de borrador y nada más,
respeto lo que él deseaba."
López
no colaboró con el libro de Maristain, probablemente porque el volumen incluye
una larga entrevista con Pérez de Vega, con quien reconstruye al detalle los
últimos días y horas del escritor. Respecto de que la herencia de Bolaño
quedara en manos de su ex mujer, la periodista reflexiona: "Roberto Bolaño
no pensaba morirse, por lo tanto no dejó como heredera a Carolina".
Testamento previo
"Muchos
escritores tienen conflictos con sus segundas o terceras nupcias. Peleas de
viudas para ver quién es la verdadera mujer del autor. Temas que mezclan
narcisismo con literatura. Muchas veces por eso se termina dividiendo la obra.
Y se toman malas decisiones con los textos inéditos. Hay quienes publican hasta
la lista del supermercado del autor o presentan como novelas o libros
terminados novelas o libros juveniles que los autores nunca quisieron
publicar", reflexionó Díaz, quien además de Bioy editó a otros escritores
enormes, como Juan José Saer.
Un
caso curioso es el del poeta Leónidas Lamborghini. Dejó un detallado testamento
que resultó finalmente un problema para los herederos. Las obras consignadas al
dedillo fueron luego modificadas por él mismo, sometidas a reescrituras. La
duda apareció al momento de la herencia. ¿Estas obras modificadas eran el mismo
libro? ¿Es lo que efectivamente había legado o se trataba de una obra nueva y
diferente? Cuando el juez revisó el testamento con los herederos, consideró que
se trataba de otra obra. Es que los textos que él testó en vida no habían sido
las últimas ediciones.
Un
caso de heredero muy puntilloso fue el de Carlos Puig, el hermano del escritor
Manuel Puig. Cuidaba hasta la exasperación de los editores todo lo que se
consignara sobre su hermano en lo literario pero también todo lo que se
escribía sobre su vida privada. Pedía corregir contratapas y solapas de cada
edición y solía pedir modificación de las biografías que incluían algún detalle
de la vida social del autor de Boquitas pintadas.
Aurora Bernárdez |
El
caso de Cortázar no fue el de Felisberto Hernández, que se casó cuatro veces y
cuyas ex parejas tenían derechos compartidos. Esto trajo muchos conflictos que
repercutieron en la publicación de la obra. Dice Díaz: "Todas estas cosas
terminan siendo un obstáculo para que los libros circulen. Y si la obra no está
publicada, el autor muere realmente. Porque un autor vive en un catálogo. Si
no, es condenado a una doble muerte".
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