Gertrude Stein, patriótica |
Silvina Friera
publicó el 4 de enero pasado, en el diario Página12,
una nota sobre los algunos de los autores que este año entran en el derecho
público. Seguramente habrá nuevas traducciones en el caso de los extranjeros.
El shock póstumo de cada año
Los libros de la autora de Autobiografía de Alice B. Toklas, “la
madre del modernismo” cuyas veleidades megalómanas la transformaron en un
personaje excepcional, son de dominio público. “He destruido frases y ritmos y
alusiones literarias y todas las demás tonterías de ese estilo para llegar al
meollo del problema de la comunicación de intuiciones. Si la comunicación es
perfecta las palabras tienen vida, y eso es todo lo que se necesita para una
buena escritura, poner en el papel palabras que bailen y lloren y hagan el amor
y luchen y besen y realicen milagros”, confesaba la escritora estadounidense
Gertrude Stein (1874-1946). La ceremonia se repite, sólo cambian los
protagonistas. Todos los primeros de enero varias obras empiezan a formar parte
de una especie de “shock póstumo” por tiempo ilimitado que permite que una
constelación textual ecléctica esté disponible sin pagar derechos. La propiedad
intelectual en Argentina –como en Alemania, Australia, Bélgica, Brasil, Chile,
Costa Rica, Dinamarca, Ecuador, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Italia,
Nicaragua, Paraguay, Perú, Portugal y Reino Unido– tiene vigencia por 70 años a
partir del primero de enero del año siguiente a la muerte del autor, según
dispone el artículo quinto de la ley 11.723. Las obras de Federico García Lorca
(1898-1936), Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), Miguel de Unamuno
(1864-1936) y H.G. Wells (1866-1946) ingresan al dominio público al expirar los
derechos patrimoniales.
La legislación
de los derechos de autor varía según el país. En el caso de España, mantuvo la
Ley de Propiedad Intelectual de 1879 <https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1879-40001>,
que fijaba el plazo en ochenta años, hasta 1987, cuando la modificó para
equiparar a la mayoría de los países. Los escritores que murieron antes del 7
de diciembre de 1987 se rigen por la anterior ley, que protegía los derechos de
autor hasta 80 años después de su muerte. Las bondades del dominio público
pueden ser capitalizadas por editores, lectores y usuarios que quieran editar,
subir o compartir, nuevas tecnologías mediante, Romancero gitano de Lorca, El
ruedo ibérico de Valle-Inclán o Niebla
de Unamuno, por mencionar apenas un par de las múltiples opciones que se
podrían desplegar y combinar con los autores de lengua española. La Biblioteca
Nacional de España (BNE) ha digitalizado y puesto a disposición pública la obra
de todos los escritores que murieron en 1936, el año del estallido de la Guerra
Civil. El catálogo publicado en la web de la BNE (<http://www.bne.es>)
ofrece conocidas obras de Lorca, como La
casa de Bernarda Alba, Poeta en Nueva
York y Bodas de sangre; además de
San Manuel Bueno, mártir de Unamuno y
Luces de Bohemia y las Sonatas de Valle-Inclán. En unos versos
del poema “Fábula y rueda de tres amigos”, Lorca anticipó su propia muerte:
“Cuando se hundieron las formas puras / bajo el cri cri de las margaritas, /
comprendí que me habían asesinado. / Recorrieron los cafés y los cementerios y
las iglesias, / abrieron los toneles y los armarios, / destrozaron tres
esqueletos para arrancar sus dientes de oro. / Ya no me encontraron. / ¿No me
encontraron? / No. No me encontraron. / Pero se supo que la sexta luna huyó
torrente arriba, / y que el mar recordó ¡de pronto! / los nombres de todos sus
ahogados.
“El recuerdo
de la guerra civil debe hacer presente lo que la contienda tuvo de catástrofe
cultural, al margen de identificaciones retrospectivas con sus actores”,
planteó José Carlos Mainer, catedrático de la Universidad de Zaragoza que ha
trabajado en la selección y digitalización. El poeta y dramaturgo andaluz fue
fusilado en la madrugada del 18 de agosto de 1936 junto al maestro Dióscoro
Galindo González y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí Melgar y
Joaquín Arcollas Cabeza. Los restos de Lorca, que todavía no fueron encontrados,
reposan en un lugar conocido como Fuente Grande, un paraje en el que fue
enterrado, “muy a flor de tierra, en un lugar que se hace muy difícil de
localizar”, según estableció un documento de la tercera Brigada Regional de
Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de Granada, fechado el
9 de julio de 1965. El lugar al que alude el informe no es otro que la gran
fosa común en la que se convirtió el barranco de Víznar, donde están enterradas
entre 3.000 y 4.000 personas. Mainer advirtió cómo “en el crispado clima
internacional de los años treinta, la guerra civil española fue, entre otras
cosas, una sangrienta confrontación de simbologías culturales antagónicas que
preconizaba su mutua destrucción”. En palabras del propio Mainer, “recordar el
elenco de los muertos de los primeros seis meses de la Guerra Civil nos acerca
a los términos de una tragedia que se prolongó por dos años y medio más y que,
en la España dominada por Franco, no cesó de incrementar después de 1939 el
censo de condenas a muerte, persecuciones, depuraciones y encarcelamientos por
motivos ideológicos”
Desde que H.G.
Wells imaginó un desembarco marciano, las narraciones sobre invasiones
alienígenas se han prolongado, condimentadas por el miedo a lo desconocido y
los terrores y fobias de cada época. Al escritor británico se lo considera el
padre fundador de la ciencia-ficción con La
guerra de los mundos (1898), novela que tuvo varias versiones
cinematográficas y fue adaptada a la radio por Orson Welles en 1939. Ahora toda
la obra del autor de La máquina del
tiempo (1895), La isla del doctor
Moreau (1896) y El hombre invisible
(1897), entre otros títulos, podrá ser compartida por los lectores del mundo.
Invasiones extraterrestres, futuros distópicos, experimentos sacrílegos, entre
otras cuestiones que desplegaba el imaginario del escritor, no eran muy
consideradas por su editor, que le insistía que se alejara de una literatura
que consideraba un mero entretenimiento. Más allá de la sugerencia o reproche,
Wells nunca dejó de inventar utopías de inspiración socialista y otras grandes
ficciones de tesis.
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