martes, 9 de julio de 2019

"Por qué nos dejamos manosear la lengua por organismos que ni siquiera saben fijarla con rigor"

Académicos españoles durante una sesión de la RAE


Uno de los tantísimos temas sensibles que se desprenden de la mínima cruzada que estamos realizando contra el Diccionario de la Real Academia es, justamente, el de la transcripción y/o adaptación de palabras de otros orígenes que la institución no sabe cómo interpretar. Acaso como resultado de haber expulsado a los judíos de España en 1492 y de no haber convivido desde entonces con ellos, o del antisemitismo siempre a flor de piel de muchos peninsulares, todavía no supieron resolver la transcripción al castellano de la palabra ídish y de su significado. Así lo ve Andrés Ehrenhaus, autor del siguiente artículo. 

El caso del yidis 
o las virtudes de escuchar con el tujes


Desde hace un tiempo la Real Academia de la Lengua en Escabeche delega en la Fondue, su franquicia armada, el accionar fiscalizador de sus hablantes, verbigracia súbditos. Éste, entre otros ejemplos de maravillosa facundia, nos conmina a abandonar la práctica desafecta de la voz ídish (o, si se quiere, yidish e incluso ídishe), que es lo más cercano a la pronunciación real de los propios hablantes hispanos de esa lengua, y pretende que la transcribamos como nadie la dice en ninguna parte, salvo quizás en las siestas plenarias de pantufla y gorro de la Magna Casa.

El tema ya lo trató con más amplitud y mucho mejor que yo Marietta Gargatagli en un artículo publicado aquí mismo en 2011 (http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com/2011/10/oi-oi-oi.html), y no merecería otra vuelta de tuerca de no ser porque , mientras buscaba información al respecto, tropecé con una nota al pie en la entrada Yidis de Wikipedia, ingresada en 2007, que dice exactamente esto:

La Fundación IWO por medio de la Academia Argentina de Letras solicitó a la Real Academia Española que reemplace el término ‘yidis’ (que aparece en el Diccionario panhispánico de dudas) por ‘ídish’. La ponencia de la IWO sostiene que la ortografía ‘yidis’ está basada en la palabra inglesa yiddish, mientras que ‘ídish’ proviene directamente del castellano empleado en Sudamérica. La Real Academia contestó que ‘está preparando la 23ª edición del Diccionario de la lengua, en cuyo texto es su intención que aparezca el término ídish y sus variantes formales”.

¡Epa! Bien por la Academia, podría pensar el incauto. Mas no. Resulta que la 23ª edición del citado Diccionario se publicó nomás –en 2015– sin que esa voz fuese alterada en lo esencial. Ahora la entrada del DLE dice que el yidis (y dale) es una variedad del alto alemán, con elementos hebreos y eslavos, que hablan los judíos askenazíes. Del ídish y las buenas intenciones ni noticias.

Es más, la recomendación de la Fondue al respecto sigue siendo tajante. En su comunicado yidis, grafía apropiada para este dialecto e ilustrado por la foto adjunta, donde se aprecia con lujo de detalles el atinado concepto que tiene este comisariado lingüístico de la cultura askenazi, la Fondue insiste: “Yidis es la grafía que se recomienda para designar a este dialecto, mejor que otras variantes como yidish o yídishsegún indica el Diccionario panhispánico de dudas. La voz yidis es la forma hispanizada del término alemán jüdisch (‘judío’) y con ella se denomina el dialecto alto alemán que hablan los judíos originarios de la Europa central y oriental.

Así, en ejemplos periodísticos como «Las escuelas en yídish fueron cerradas y transformadas en colegios rusos» o «La escritora Iréne Némirosvky, que fue asesinada en Auschwitz en 1942, tras una vida intensa, cosmopolita y cercana al ambiente yidish de la Europa oriental» habría sido preferible: «Las escuelas en yídish [sic] fueron cerradas y transformadas en colegios rusos» y «La escritora Iréne Némirosvky, que fue asesinada en Auschwitz en 1942, tras una vida intensa, cosmopolita y cercana al ambiente yidish[sic] de la Europa oriental»”.

Y, si vamos al DPD, nos retrovamos más o menos la misma mandanga: yidis. Adaptación gráfica propuesta para la voz inglesa yiddish —adaptada, a su vez, del adjetivo alemán jüdisch (‘judío’)—, que designa el dialecto altoalemán hablado por los judíos originarios de la Europa central y oriental, que se escribe en caracteres hebreos: «El yidis es el idioma que hablaron los judíos» (Moreno Lenguas [Esp. 1990] 32). Deben evitarse grafías híbridas como yidish o yídish, que no son ni inglesas ni españolas.

(La negrita es de ellos; el subrayado y los sics, míos).

Con esto ya hay bastante, creo. Aparte del genial ejercicio à la Menard que nos ofrece el comunicado de la Fondue, hay varias cosas que llaman la atención del lector más o menos atento y sensible. La primera es que digan con toda naturalidad naturalizadora que yidis es la forma hispanizada del término inglés Yiddish, derivado del altoalemán jüdisch, cuando en alemán existe jiddisch, sobre todo ligada a Sprache (lengua); la segunda es que persistan en considerar dialecto lo que, por ejemplo para la Enciclopedia Británica, es claramente otra cosa: “Yiddish language, one of the many Germanic languages that form a branch of the Indo-European language family. Yiddish is the language of the Ashkenazim, central and eastern European Jews and their descendants. Written in the Hebrew alphabet, it became one of the world’s most widespread languages, appearing in most countries with a Jewish population by the 19th century. Along with Hebrew and Aramaic, it is one of the three major literary languages of Jewish history.”

Huelga decir que esta y muchas otras autoridades consideran al ídish una lengua con todas las de la ley, pues cuenta con alfabeto, grafía, gramática, vocabulario y, lo que es aún más determinante, corpus literario propios, cuya riqueza, como consigna perfectamente Gargatagli en su excelente artículo, ha perfundido no solo el habla sino también la expresión escrita de áreas lingüísticamente tan vitales, variadas y dinámicas como la norteamericana, la rioplatense, la hebrea, etc. Pero existe aún un tercer motivo de asombro y es que la Real se empeñe en querer defenestrar el sonido “sh” y su transcripción escrita, como si pudiera tirar por la ventana de la lengua lo que su oído esplendoroso ni oye ni escucha, en cambio de abrir el tujes a nuevos sonidos y usos que se le meten aunque no quiera. Y el asombro se redobla cuando, no obstante su celo hispanizante, acepta voces como kasher o gulash, que mucho tememos vayan a convertirse, con el paso inexorable del tiempo y el buen oficio de la Fondue, en kaser (o caser) y gulas.

Sinceramente, no sé por qué nos dejamos manosear la lengua por organismos que ni siquiera saben fijarla con rigor, y que recurren a toda clase de incongruencias internas para pretender sacarle brillo a lo que ya lo tiene en sus formas naturales. Dudo que el proyecto político de imponer el español de España (esa entelequia) a todo el mundo castellanoparlante tenga futuro; sin embargo, entiendo que tiene presente, un presente de lo más fastidioso y muy poco útil, incluso para los gentiles.

1 comentario:

  1. Una preciosura, Andy, los hiciste guefilte fish y los serviste con jrein, lo que en buen cristiano significa que le has dado un tratamiento adecuado a la materia.

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