Académicos españoles durante una sesión de la RAE |
Uno de los tantísimos temas sensibles que se desprenden de la mínima cruzada que estamos realizando contra el Diccionario de la Real Academia es, justamente, el de la transcripción y/o adaptación de palabras de otros orígenes que la institución no sabe cómo interpretar. Acaso como resultado de haber expulsado a los judíos de España en 1492 y de no haber convivido desde entonces con ellos, o del antisemitismo siempre a flor de piel de muchos peninsulares, todavía no supieron resolver la transcripción al castellano de la palabra ídish y de su significado. Así lo ve Andrés Ehrenhaus, autor del siguiente artículo.
El
caso del yidis
Desde
hace un tiempo la Real Academia de la Lengua en Escabeche delega en la Fondue,
su franquicia armada, el accionar fiscalizador de sus hablantes, verbigracia
súbditos. Éste, entre otros ejemplos de maravillosa facundia, nos conmina a
abandonar la práctica desafecta de la voz ídish
(o, si se quiere, yidish e incluso ídishe), que es lo más cercano a la pronunciación
real de los propios hablantes hispanos de esa lengua, y pretende que la
transcribamos como nadie la dice en ninguna parte, salvo quizás en las siestas
plenarias de pantufla y gorro de la Magna Casa.
El
tema ya lo trató con más amplitud y mucho mejor que yo Marietta Gargatagli en
un artículo publicado aquí mismo en 2011 (http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com/2011/10/oi-oi-oi.html),
y no merecería otra vuelta de tuerca de no ser porque , mientras buscaba
información al respecto, tropecé con una nota al pie en la entrada Yidis de Wikipedia, ingresada en 2007,
que dice exactamente esto:
“La Fundación IWO por medio de la Academia Argentina de
Letras solicitó a la Real Academia Española que reemplace el
término ‘yidis’ (que aparece en el Diccionario panhispánico de dudas)
por ‘ídish’. La ponencia de la IWO sostiene que la ortografía ‘yidis’ está
basada en la palabra inglesa yiddish, mientras que ‘ídish’ proviene
directamente del castellano empleado en Sudamérica. La Real Academia contestó
que ‘está preparando la 23ª edición del Diccionario de la
lengua, en cuyo texto es su intención que aparezca el término ídish y sus
variantes formales”.
¡Epa!
Bien por la Academia, podría pensar el incauto. Mas no. Resulta que la 23ª
edición del citado Diccionario se
publicó nomás –en 2015– sin que esa voz fuese alterada en lo esencial. Ahora la
entrada del DLE dice que el yidis (y dale) es una variedad del alto alemán, con elementos hebreos y eslavos, que hablan
los judíos askenazíes. Del ídish y las buenas intenciones ni
noticias.
Es
más, la recomendación de la Fondue al respecto sigue siendo tajante. En su
comunicado yidis, grafía apropiada para este dialecto e ilustrado por la
foto adjunta, donde se aprecia con lujo de detalles el atinado concepto que
tiene este comisariado lingüístico de la cultura askenazi, la Fondue insiste: “Yidis es
la grafía que se recomienda para designar a este dialecto, mejor que otras
variantes como yidish o yídish, según
indica el Diccionario panhispánico de dudas. La voz yidis es
la forma hispanizada del término alemán jüdisch (‘judío’)
y con ella se denomina el dialecto alto alemán que hablan
los judíos originarios de la Europa central y oriental.
Así,
en ejemplos periodísticos como «Las escuelas en yídish fueron
cerradas y transformadas en colegios rusos» o «La escritora Iréne
Némirosvky, que fue asesinada en Auschwitz en 1942, tras una vida intensa,
cosmopolita y cercana al ambiente yidish de la Europa oriental» habría sido
preferible: «Las escuelas en yídish [sic] fueron cerradas y
transformadas en colegios rusos» y «La escritora Iréne Némirosvky, que fue
asesinada en Auschwitz en 1942, tras una vida intensa, cosmopolita y cercana al
ambiente yidish[sic] de la Europa oriental»”.
Y, si vamos al DPD, nos retrovamos más o menos la misma
mandanga: yidis. Adaptación
gráfica propuesta para la voz inglesa yiddish —adaptada, a su
vez, del adjetivo alemán jüdisch (‘judío’)—, que designa el dialecto
altoalemán hablado por los judíos originarios de la Europa central y oriental,
que se escribe en caracteres hebreos: «El yidis es el idioma que
hablaron los judíos» (Moreno Lenguas [Esp. 1990] 32).
Deben evitarse grafías híbridas como yidish o yídish, que
no son ni inglesas ni españolas.
(La negrita es de ellos; el subrayado y los
sics, míos).
Con
esto ya hay bastante, creo. Aparte del genial ejercicio à la Menard que nos ofrece el comunicado de la Fondue, hay varias
cosas que llaman la atención del lector más o menos atento y sensible. La
primera es que digan con toda naturalidad naturalizadora que yidis es la forma hispanizada del
término inglés Yiddish, derivado del altoalemán
jüdisch, cuando en alemán existe jiddisch, sobre todo ligada a Sprache (lengua); la segunda es que
persistan en considerar dialecto lo que, por ejemplo para la Enciclopedia
Británica, es claramente otra cosa: “Yiddish language, one of the many Germanic languages that
form a branch of the Indo-European language family. Yiddish is the
language of the Ashkenazim, central and eastern
European Jews and their descendants. Written in the Hebrew
alphabet, it became one of the world’s most widespread languages, appearing in
most countries with a Jewish population by the 19th century. Along
with Hebrew and Aramaic, it is one of the three major literary
languages of Jewish history.”
Huelga
decir que esta y muchas otras autoridades consideran al ídish una lengua con
todas las de la ley, pues cuenta con alfabeto, grafía, gramática, vocabulario
y, lo que es aún más determinante, corpus literario propios, cuya riqueza, como
consigna perfectamente Gargatagli en su excelente artículo, ha perfundido no
solo el habla sino también la expresión escrita de áreas lingüísticamente tan
vitales, variadas y dinámicas como la norteamericana, la rioplatense, la
hebrea, etc. Pero existe aún un tercer motivo de asombro y es que la Real se
empeñe en querer defenestrar el sonido “sh” y su transcripción escrita, como si
pudiera tirar por la ventana de la lengua lo que su oído esplendoroso ni oye ni
escucha, en cambio de abrir el tujes
a nuevos sonidos y usos que se le meten aunque no quiera. Y el asombro se
redobla cuando, no obstante su celo hispanizante, acepta voces como kasher o gulash, que mucho tememos vayan a convertirse, con el paso
inexorable del tiempo y el buen oficio de la Fondue, en kaser (o caser) y gulas.
Sinceramente,
no sé por qué nos dejamos manosear la lengua por organismos que ni siquiera
saben fijarla con rigor, y que recurren a toda clase de incongruencias internas
para pretender sacarle brillo a lo que ya lo tiene en sus formas naturales.
Dudo que el proyecto político de imponer el español de España (esa entelequia)
a todo el mundo castellanoparlante tenga futuro; sin embargo, entiendo que
tiene presente, un presente de lo más fastidioso y muy poco útil, incluso para
los gentiles.
Una preciosura, Andy, los hiciste guefilte fish y los serviste con jrein, lo que en buen cristiano significa que le has dado un tratamiento adecuado a la materia.
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