jueves, 4 de julio de 2019

Fue donada la biblioteca de Aurora Bernárdez

El pasado 2 de julio, en el diario Página 12, Silvina Friera publicó la siguiente nota a propósito del destino de la biblioteca de la traductora argentina Aurora Bernárdez.


La hora de Aurora Bernárdez

La hora de Aurora llegó con sus poemas y ahora con su legado. “Escarbo en mi alma como un perro,/ encuentro viejos huesos enterrados./ ¿Por quién?/ Los dejo fuera,/ por si acaso,/ al vasto amparo de la hierba”, escribió en el poema “La memoria”. La biblioteca de la gran traductora Aurora Bernárdez (1920-2014) –elogiada por sus traducciones de Jean Paul-Sartre, Albert Camus y Gustave Flaubert del francés; Paul Bowles o Lawrence Durrell del inglés; y también Italo Calvino del italiano, entre otras–, quien fuera la primera esposa de Julio Cortázar y su albacea literaria, fue donada por su sobrina Alejandra Bernárdez a la Universidad de San Jorge de Zaragoza (España). En este fondo documental integrado por 2.405 piezas hay ediciones de todos los títulos de Cortázar, como Rayuela en serbio, chino, italiano, portugués, croata y hebreo; Marcel Proust completo en francés; libros de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Ida Vitale, Henri Michaux, y una colección de la inglesa Barbara Pym, además de talismanes, objetos, apuntes y fotografías encontradas dentro de los libros.

Alejandra Bernárdez, hija de Mariano Bernárdez, uno de los hermanos de Aurora, cuenta a Página 12 desde Zaragoza que intentó seguir el ejemplo de su tía. “No pertenezco al mundo de la literatura como ella, no tengo esos contactos. La elección del destino de la biblioteca de Aurora fue después de analizar otras posibilidades como la Fundación Juan March, el Fondo Documental Carmen Balcells, la universidad de Salamanca, incluso la Biblioteca Nacional de la Argentina, cuando estaba Alberto Manguel como director, que era muy amigo de Aurora. Manguel estaba muy interesado, pero pocos meses después él renunció al puesto y se marchó. Era una operación muy compleja porque había que trasladar la biblioteca y garantizar que ese fondo estuviera en condiciones”. Una vez que la Biblioteca Nacional quedó descartada, se decidió por la Universidad de San Jorge porque ahí están dos amigos y exprofesores de Alejandra: Lourdes Diego, responsable de Cultura de la Universidad; y Javier Hernández, actual decano de la facultad de Comunicación. Además, la Universidad de San Jorge tiene la carrera de grado de traducción y un posgrado. “Me parecía muy apropiado que estuviera ahí la biblioteca de Aurora”, dice Alejandra.

La sobrina de Aurora Bernárdez, que vive en Barcelona, aún está sorprendida por la biblioteca de su tía. “La conocía de haberla visto muchas veces en París. Al catalogarla, descubrí que había autores de los que tenía muchos libros, lo cual me hacía pensar que eran los autores que más le gustaban. Tenía toda la colección en francés de Marcel Proust, uno de sus autores preferidos. De escritores españoles, tenía muchísimos libros de Javier Marías y Enrique Vila-Matas; era una fan de ellos y eso lo sé porque me lo decía ella. También tenía los libros de Manguel, que estaban todos dedicados porque se los enviaba él en cuanto los editaba. Tenía libros de Borges y Bioy Casares, tenía los libros de Henri Michaux, a quien ella tradujo; una colección de novelas de la escritora inglesa Barbara Pym –enumera su sobrina algunos de los autores de la biblioteca de su tía–. Me llamaron la atención los objetos que estaban dentro de los libros, las cosas más insólitas que usaba como señaladores: pasajes de avión, una factura, la nómina de la Unesco o un ticket de metro”.

A diferencia de Cortázar, Aurora no tenía la costumbre de anotar los libros que leía. Pero hay algunas excepciones. En las primeras páginas de Soñar la realidad, del mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes, escribió: “Piensa bien (pero escribe mal)”. Alejandra advierte que quizá no anotaba los libros porque su tía tenía “una gran memoria”. “Cortázar sí hacía anotaciones, incluso señalaba las páginas de esas anotaciones, supongo porque después las consultaba a la hora de escribir, algo que Aurora no hizo. Aunque ella escribió algunas poesías y cuentos, que se publicaron en El libro de Aurora, no fue una escritora como Julio”, plantea su sobrina. “Aurora fue una gran traductora, lo dijo Cortázar antes de conocerla en una revista, hablando de una traducción que Aurora hizo de Jean-Paul Sartre. Me acuerdo de que estábamos viendo libros con mi tía en una librería y Aurora estaba mirando un libro de un poeta inglés traducido al español. Ella me señaló un poema y me dijo que lo traduciría de esta forma. Primero me leyó la traducción al español que habían hecho y luego introdujo un pequeño matiz que era una maravilla”.

Aurora nació en Buenos Aires, el 23 de febrero de 1920 y murió en París, a los 94 años, el 8 de noviembre de 2014. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y muy tempranamente se dedicó a la traducción. Conoció a Cortázar en 1948, se fue con él a París en 1952, los dos trabajaron como traductores para la Unesco, y se separaron en 1968, pero nunca dejaron de ser amigos. Dicen que Cortázar murió en sus brazos, el 12 de febrero de 1984. Desde entonces quedó como heredera de su obra publicada y albacea literaria del escritor. A ella se le debe la publicación póstuma de varias novelas como Divertimento (1986) y El examen (1986), Diario de Andrés Fava (1995); textos críticos como Imagen de John Keats y los Papeles inesperados (2009), entre otros libros. “Me gusta la frase 'la hora de Aurora', a ella también le hubiera hecho gracia –reconoce Alejandra con un tono risueño–. Uno de los objetivos de haber donado la biblioteca es hacer trabajos sobre la figura de Aurora como traductora y como editora de Cortázar. Ella ocupó un segundo lugar, pero no era una persona a la que le interesara la notoriedad. A Cortázar le interesaba escribir y a Aurora, leer. Mi interés es que la figura de Aurora no sea investigada como la 'viuda' de Cortázar, sino como la traductora y la intelectual que fue”, concluye su sobrina.

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